Si me preguntara por la idea central de este ensayo, tendría que decir que se nada en un continente sinuoso y lleno de complejidades donde hay muchas telas para cortar y devenir por un pretendido occidental como yo. El problema central fue y será encontrar fuentes documentales que me permitiesen aprender a la vez que transmitir ese manifiesto recorrido audiovisual. Para ello me decidí por dos tipos de archivos: el primero escrito e histórico por mi profesión y con el ánimo de responder a la pregunta ¿cómo y cuando llegó el cine a Japón, China y otros países asiáticos?
Para mayor claridad, con el libro recorreremos los orígenes, algunos aprendizajes y una que otra anécdota interiorizada de una lectura rápida; con las películas que se nombrarán y de alguna manera el intento de reseña o abrebocas que se hará de ellas, se quiere antojar y persuadir a engomarse e investigar con la producción actual, independiente y comercial que se realiza desbordando la mirada moral, moderna y hasta conservadora del cine occidental norteamericano y europeo, que ausculta todo un mundo de posibilidades, distopías y heterotopías en la realización y en la conexión de los sentidos de los espectadores con las tramas cinematográficas ta reales como virtuales.
Para comenzar y como ya lo nombre, busque el libro llamado HISTORIA DEL CINE MUNDIAL de Georges Sadoul donde traté de comprender los inicios y orígenes del séptimo arte en este gran costado del mundo con más de dos mil millones de habitantes y diferencias culturales marcadas y rotundas. Pude darme cuenta de las estadísticas de las producciones cinematográficas, de la relación en estas naciones entre contexto político, social y armado con la realización de largometrajes; la optimización del cine como herramienta de propaganda y de poder, es decir como dispositivo de aconductamiento y control de las masas, combinándose con las grandes casas productoras y la exigua libertad de expresión en regímenes totalitarios.
La lectura de los capítulos EL EXTREMO ORIENTE (1902-1966) (Capítulo XXIII) Págs. 394 -420; CINES INDIOS Y ASIATICOS (Capítulo XXIV) Págs. 420 – 433;, y los Anexos I PUESTA AL DÍA (1965 – 1971) en lo que corresponde a Lejano Oriente, India, China y Japón (Págs. 495 -567), y Anexo EL CINE MUNDIAL EN CIFRAS, Págs. 616 -621; me permitió ver que países como Japón, China y Corea tiene una amplia producción y tradición cinematográfica que en sus comienzos estuvo ligada al Estado y a casas productoras de grandes magnates y empresarios, lo que ha permitido con el tiempo que grupos independientes de trabajadores, creativos y técnicos audiovisuales creen sus empresas y que se configuren procesos radicales de creativos comprometidos con el materialismo y el pensamiento socialista. Dicho camino recorrido escrito de una manera sucinta y ser hacer alusión a que se crearon empresas en todos las naciones asiáticas que ofertaran toda la tecnología de la cadena audiovisual, para decir que hay mucho que reconocer de este universo de narrar de los cineastas de países asiáticos, sus miradas propias y siempre con duda, con giros desesperantes e inesperados, les permite cargar sus filmes, sea cual fuere su género, de exploraciones personales, tan particulares, que por ello alcanzan los estatutos de verosimilitud y universalidad.
Al quitarme la máscara de la alienación cultural donde el mejor cine, el país que más produce, los mejores directores, actores y técnicos son y están en EE.UU, como habitante del sur global, puedo decir que comprendí la diversidad de productoras como de regiones, distintos géneros como de religiones y diferentes espíritus en la realización cinematográfica de un cine nacional con un desarrollo original y fecundo como de realizadores y colectivos pensando y fortaleciendo pese a la censura la mirada y cultura audiovisual oriental.
Para la muestra de ello Japón conoció el cine en 1896 -1897 con el vitascopio de Edison y ya en 1899 – 1900 un actor Takeye Inuze y el fotográfo T. Shibata registraron algunos trozos de TAZUKI, una obra del teatro clásico. Antes de 1912 ya se había fundado una casa productora en Tokio llamada la Nikkatsu especializada en asuntos modernos y en Kioto, la ciudad museo se especializó en asuntos antiguos u obras clásicas del teatro kabuki. En 1950 ambas ciudades seguían con la misma especialización, ahora bien, el mayor productor mundial de cine por muchos años y aun hoy es Japón. Entre 1925 y 1969 oscilo su producción anual ente 875 y 69 largometrajes. En 1950 tenía 3.734 salas, el 1960 habían 7.041 cines y para 1970 descendían los espacios a 3.602 salas. Hacia 1970 287 millones de personas asistieron en el año a alguna proyección de cine.
En las Filipinas, colonia norteamericana hasta 1936, las puestas en escena comenzaron alrededor de 1915 y la producción tomó vuelo en 1933, con films hablados en tagalo,, lengua común a los 7000 islotes en donde para esa época vivían más de 21 millones de habitantes.
En 1903 en Shanghai un español Ramos, en una casa de té, organizó proyecciones de films y prosperó tanto que a la vuelta de diez años tenía un circuito de diez salas en Shanghai, HanG-KEU, Cantón y Tientsin. Empero en 1908 la emperatriz china no había dejado entrar el cine a su país a excepción de la concesiones arrendadas a los extranjeros británicos en Hong Kong. Hubo que esperar hasta que en 1923, gracias al apoyo de ricos chinos emigrados a EE.UU, fundar la sociedad Minh Singh, que para 1925 ya producía 70 largometrajes. Entre 1925 y 1930 había en el país 150 salas, 40 cines chinos en Indonesia y en Malasia, una docena en repúblicas americanas y otros en Estados Unidos en donde se había creado una pequeña producción en los barrios chinos de Nueva York, Chicago y San Francisco.
En este país, el gran monstro asiático, en un lapso de menos de 20 años se crearon 5 casas o asociaciones, entre ellas la Shaw Brothers, que no sólo producen largometrajes sino que controlan una cadena de salas de exhibición exclusiva, parques de atracciones, sociedades de distribución, equipos de salas, revistas para los fans, una gran imprenta y fundaciones de beneficencia. De igual forma en 1950 tenía 6.000 salas y para 1970 los espacios ascendían a 16.000 salas. Entre 1920 y 1969 su promedio de producción de largometrajes oscilaba entre 50 a 100 films y hacía 1970, en el año, asistieron a cine 5 millones de personas.
Corea realizó sus primeros films hacia 1908 y su producción fue relativamente importante: se realizaron 200 puestas en escena entre 1921 y 1940, hacía 1930 la KAP (Artistas Proletarios Koreanos) influyó en el cine de Seul como lo hacina en Shangai y Tokio organizaciones análogas. Una vez comenzó la guerra con el Japón la producción se diezmo cayendo a 25 películas por año. En Corea del sur hacia 1964 la producción llegó a 164 films con dramas modernos, algunas operas y films históricos.
Finalmente en la India el cine había sido dado a conocer por los operadores Lumiére. A principio de siglo fueron realizados algunos filmes por ingleses y por la sucursal de la Pathé, en Bombay. El 1912 el fotógrafo e impresor D.G. Phalké realizó una película que fue un éxito y le permitió crear la primera casa productora llamada Hindustani Film Co. Construyó un estudio en Nasik, en la región de Bombay y allí contrato 30 actores; al principio en todos estos cines los papeles femeninos eran interpretados por hombres. El 1919 Baburao Painter fundó la Marhastra Film, en Kolhapur. Ambas empresas siempre irán en vías y propuestas diferentes. En 1921 y 1922 el apís realizó 63 films (de ellos 43 en Bombay). Una encuesta sonre la industria del cine reveló que el país contaba en 1925 con 251 cines (35 de ellos al aire libre), o sea una sala por un millón de habitantes, contra una por 6.000 en los Estados Unidos y una por 13.000 en Inglaterra. La producción de la colonia, igual, era tres veces superior a la de gran Bretaña.
La industria asiática de más de 1.500 producciones al año se preocupa por abastecer su consumo interno y cimentar así un cine nacional antes que cumplir o buscar cánones internacionales de aceptación, no por ello queremos decir que no salieran films realizados en estas latitudes. Otro elemento importante es que las lenguas en que están habladas las películas constituyen un arma y lobby de la misma puesta en escena pues las regiones y el ethos de estas familias y sociedades se apegan culturalmente mucho a su jerga y tradiciones, llevándose a cabo una amplia gama de largometrajes para las diferentes miradas y necesidades culturales, para un número de personas de ocho mil millones seiscientos mil personas en 1960, espectadores del continente ávidos de mirarse y reconocerse en la puesta en escena de la cultura tradicional y moderna, siempre presente en esta sociedades milenarias. vhjd.