jueves, 5 de enero de 2012

::Ulysses’ Gaze::La mirada de Ulises::Dir::Theo Angelopoulos:: ::Grecia, Francia, Italia, Alemania::1995::





Nuestro viaje por el mundo comenzó este año con un género cinematográfico con bastante recorrido, las Road Movies, que casi nos sacan a caminar al mismo tiempo que sus directores emprenden sus periplos al contar sus historias de una manera inteligentemente dinámica. 




Esta historia, nuestra historia dentro del cine, como un complemento que hace parte de las propias vivencias del director, nos vincula a un acto evolutivo con permanentes miradas de compromiso con nuestras raíces, nuestro pasado, nuestros orígenes.  La mirada etnográfica y su registro como parte de la memoria histórica de los pueblos, es tan importante como las bases que fundan las grandes estructuras, arquitectónicas y sociales, esas miradas que, como los hermanos Manakis tratan de manifestarse en otros momentos con el fin de marcar un punto, unas situaciones, unos instantes en la senda de esas otras épocas.



“A”, es un director de cine griego (Harvey Keitel), quien regresa a su país después de un largo exilio en los Estados Unidos de América para presentar su última película. Esto surge, como una verdadera excusa, distinta a sus objetivos reales. Las tres bobinas grabadas por los hermanos Manakis, los primeros cineastas griegos, que permanecen extraviadas y sin revelar en algún perdido y conflictivo lugar de los Balcanes. La curiosidad se convierte con el paso del tiempo en una especie de obsesión, su investigación lo conducirá a enfrentar un largo viaje que se convierte en la versión moderna de Ulises, la cual lo llevará y nos llevará por los derruidos paisajes de la península balcánica, en busca de una Itaca imaginaria, atesorada en las cintas de los Manakis. Estas tres bobinas representarán la posibilidad de acceder a una mirada fundacional del cine en Grecia.


Envuelta en una manta de neblina, lírica, épica, poesía e historia, esta fascinante y encantadora película nos muestra un romanticismo que se vive a pesar de la guerra, la reflexión constante sobre la belleza de las cosas simples y la permanente búsqueda de una identidad a punto de perderse. Grecia está muriendo y es mejor que muera de una vez por todas, es peor la agonía que precede una muerte segura, la muerte de la cultura y por ende la muerte de lo políticamente correcto.

La tragedia vive como una incesante forma difusa, una incomprensible figura a La Mirada de Ulises. Su viaje comienza por las calles de Grecia, allí establece contacto con la multitud, ella dividida (teas contra paraguas), facciones enfrentadas, o la matanza de una familia oída desde la niebla, el baile de fin de año en su casa, representan de manera simbólica la génesis de una guerra inacabada que se extiende por toda la región balcánica, este es un viaje más por las rutas interiores del ser, una cinta que hace preguntarte de donde vienes y para donde vas, quizá, preguntas que el director también quiso proponer para armonizar su búsqueda interior con el arte, parte de su propia vida.


Grecia, Albania, Macedonia, Bulgaria, la frontera entre Serbia y Rumania: el Danubio, el drina…hasta llegar a Sarajevo, lugares en los cuales la mirada cambia y se estructura paso por paso, tren por tren, coche por coche, barco por barco La Odisea, propia de aquel trasegar por una Europa dislocada, herida, rota por la muerte y la destrucción, el odio entre las razas y las clases sociales. Tal vez la culpa sea de Hegel. “Nuestro siglo comienza y acaba en Sarajevo”, dice Angelopoulos, y cita a T.S Eliot a manera de conclusión: “Cuando el principio y el final se confunden, la historia no nos ha enseñado nada”.

Escombros, bombas, ciudades desoladas, gente muerta en las calles, demencia colectiva (patologías de guerra), incendios por doquier, vida subterránea donde la niebla nace para que la música reviva al mismo tiempo que lo hacen el baile, las conversaciones, el amor, un amor que surge en cada ciudad, un amor interpretado por la misma persona, la actriz Maía Morgestern y que finalmente muere, “víctima de una guerra nunca alcanzada por el amor, víctima de los que lloran por no poder amar”, víctima de la desesperanza, del odio, de la tristeza.



Todo esto es parte de la grandiosa narrativa cinematográfica de este director, largas y lentas secuencias que parecen no tener fin, como la misma guerra, una exploración que nos lleva al encuentro de una cinta dentro de otra cinta, es el cine dentro del cine, mágico como el lento paso del agua que busca su mar, así, como el conocimiento que espera a ser consumido es la fe y la esperanza por una humanidad y su propia identidad.  


Intérpretes: Harvey Keitel (A), Maia Morgenstern (Naomi Levy/Las esposas de Ulises), Erland Josephson (Ivo Levy), Thanassis Vengos (El taxista), Yorgos Michalakopoulos (Nikos), Dora Volanaki (La anciana)

El Dato
“Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes 1995, ha llegado a las pantallas con más de un año de retraso; obtuvo también el Premio Fipresci de la Crí­tica Internacional y es, con justicia, una pelí­cula valorada por la crí­tica, cinéfilos y amantes del arte en general, pero de difí­cil asimilación para un público mayoritario, tan abotargado hoy por ciertos productos norteamericanos de consumo”.



JaimeRicaurte.

1 comentario:

  1. Parece una largometraje intenso. Me gusta esta afinidad que tenéis por las road movies. Es un buen hilo conductor para investigar en las culturas y realidades de toda la humanidad. A través de un narrador externo a la acción. Interesante.

    ResponderEliminar