El surcoreano Lee Chang-dong se mueve en el terreno del melodrama sin lindes. En sus películas, los sentimientos superan todos los límites y arrasan con todo. Es su cine un cine brutal en lo emocional, desesperado, que tantea los grandes temas (las relaciones de dependencia en Oasis, inédita en España, o el absurdo de la violencia y el dolor por la pérdida de un ser querido en Secret Sunshine) desde el extremo.
Sus melodramas no van in crescendo: empiezan y acaban arriba. En Poesía (película magistralmente rodada, de una belleza nada obvia que hace honor su nombre), el dolor de la protagonista, una anciana con Alzheimer que debe hacer frente al episodio más difícil de su vida, es insoportable desde el primer momento. Es una película sin concesiones, dolorosa, pero no es pura pornografía emocional porque su intensidad no es accesoria, sino de raíz. Chang-dong no subraya las emociones, esta vez asociadas a la capacidad de sacrificio y de perdón, la búsqueda en la belleza de un bálsamo contra el dolor y, una vez más, el luto. Lo que hace es describir con una precisión extraordinaria a los personajes, hacerles pasar por las pruebas más difíciles (no es un castigo a sangre fría, sus films destilan compasión) y mostrar con una contundencia sobrecogedora sus emociones y las del ser humano en situaciones límite.
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