::“Morir, No Morir”::
¿Cómo te parece esto? Un guión para una película de cine, que tiene como argumento la muerte en situaciones y formas diferentes. Pero resulta que ésta película, dividida inteligentemente en Sketches, está basada en una obra de teatro, una puesta en escena donde el monólogo de algunos actores nos presenta la desesperación a la que cada uno de nosotros tal vez llegaremos en el momento en que la muerte se siente a nuestro lado o en el desafortunado encuentro con ella tras llevar el acelerador hasta el fondo.
No estaría demás saber de que manera vamos a morir, pues todos en alguna conversación, de esas cotidianas, hemos cargado nuestra imaginación a tal punto que casi todos coincidimos en algo:: “a mi me gustaría morir durmiendo, amanecer muerto, sin dolor y ojala sin los traumas ocasionados por una muerte violenta”. Ahogados, sofocados sin el aire que nos da la vida, atragantados por la obsesión perturbadora del otro o la propia, es la condición que presenta ésta obra en la cual se empieza por el final, la muerte. Y donde la otra posibilidad es la vida.
Sumergidos en un mar tropical, de fiesta, de jolgorio y furrusca, embelecidos por el “fruto real”, el aguardiente de caña, las flores y las más de mil fiestas celebradas a lo largo y ancho del país, negamos el final de nuestros días. ¿Y quien no es libre de hacerlo? Todos lo somos, pero la verdad es que en eso consiste tal negación, no pensar mucho en eso porque, ¿para qué? “Si uno se muere el día menos pensado”. Por eso, “el muerto al hoyo y el vivo al baile”. Ese es el horror del mundo, la desazón, la esperanza y otra vez el desconsuelo trágico de la vida que vivimos, es la miseria humana enredada en los empujones de felicidad etílica.
Pero que no nos coja en flagrancia La Pelona , sin antes advertir que la vida no tiene Scrip para ordenar nuestras escenas cotidianas, editarlas y vivir como todos nos lo imaginamos, tampoco podemos engañar a la muerte dejándola atrapada en una árbol como lo hizo Don Tomas Carrasquilla en su maravilloso cuento “A la diestra de Dios Padre”, adaptado éste recientemente a una obra de teatro en un lugar en el cual se paga voluntariamente a la salida. Lamentablemente acá, ahora, no existe un guión, pero no por eso podemos dejar de vivir la vida con la intensidad con la que lloramos cuando esa primera bocanada de oxigeno hinchó nuestros pulmones al nacer, no por inadvertidos podemos dejar de levantarnos todos los días de la vida con la frente en alto y orgullosos de ser lo que somos, padres, hijos, amigos, trabajadores, vagos, tenderos, filósofos, poetas, escritores, etc. Quisiera seguir escribiendo estas líneas, pero…me..... falta.............la respiración…me………………….........due.e.e.e.e.le…………………………………………................el pecho…ahora………………mi…………………………..brazo…izquierdo…veo………borroso…creo………………que…ah…ah…ah.................................................................................................¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡no…………..lo…..soporto!!!!!!!!!!!!…ah…ah…ah…ah…ah…ah…ahahahahahahahahahahahahahahaha…………………...jeje. Si, puede ser de otra forma.
JaimeRicaurte.
Sociólogo.
U. de A.
No he visto la película, pero me parece muy interesante como le das tratamiento al tema.
ResponderEliminarYo también me he hecho esa pregunta, además de preguntarme ¿Como será ese paso entre la vida y la muerte? ¡Esto con el fin de ir más allá! ¿Qué nos ata a la vida? ¿Apego a las personas que queremos? La muerte en todas sus formas es en definitiva un tema escalofriante, teniendo en cuenta que nos la han pintado tenebrosamente como la huesuda, personaje calavera de túnica negra, alargada y afilada sica. ¿O lo que nos asusta realmente es dejar de ahogarnos en las mieles de este mundo? ¿O tal vez la incertidumbre de no conocer el otro?
Con todos estos interrogantes fácilmente se nos puede ocurrir la genial idea de escribir un guion cinematográfico o solo detenernos a pensar sobre el verdadero significado de la creación.
Se nos esta olvidando “saber vivir” por esa miseria humana de la que hablas. Y ahora no morimos por miles, si no por millones. Se preguntan cuan cansado viviría nuestro Caronte contemporáneo, ¡taxista! Acelerando por las calles de la ciudad, de sol a sol, con unas ojeras que oscurecen su rostro y victima obligada del síndrome de Moebius, esperando que llegue el último pasajero. ¡Pienso! que hace rato hubiera tirado la toalla.