Una ventana para recibir un poco sol, es el único interés de Víctor, el problema aparece cuando esa venta que abre golpe a golpe da para la única obra hecha en Latinoamérica del famoso arquitecto Le Corbusier. De una forma bastante coloquial y sin los cánones arquitectónicos implementados en cuánto a diseño se refiere pero con una necesidad humana (natural), más allá de las normas de construcción del urbanismo moderno, el vecino reclama sólo un poco de luz solar que caliente e ilumine su casa.
De manera amable y considerada, con el ánimo de llegar a un acuerdo, éste particular y excéntrico vecino trata de convencer al dueño de la retratada casa para que lo deje, cosa que no cabe en la cabeza del habitante de tal patrimonio arquitectónico. La casa Curuchet, una casa con todas las características de la vida “moderna” para llevar una vida digna y con todas las comodidades que cualquier infeliz desearía para llenar así los vacíos materialmente intrínsecos de su “pobre vida existencial”. La vida de “un pobre hombre rico”.
Enormes rampas, ventanas inmensas y dinteles especialmente diseñados, un árbol gigante en medio de todo el concreto, balcones con perspectivas a la medida y altura del hombre promedio, según “el modulor” de Le Corbusier, una concepción referente, basada en lo humano, en un sistema de medidas de proporciones perfectas que Davinci propuso en su época, son una parte importante a la hora de tomar en ambas manos las condiciones contradictorias en las que las personas habitan el llamado mundo moderno con sus relaciones vecinales y las fricciones a las cuales están expuestos cada uno de sus actores.
En una mano, esta la vida con las características anteriormente indicadas. En la otra están las personas que toda la vida han luchado para construir a ojo un lugar donde residir y poder allí establecerse en su diario vivir.
Los choques aparecen cuando en las “relaciones de vecindad”, surgen también las preguntas acerca de lo privado y lo público, una afrenta jurídica que todavía reúne a “expertos en el tema” con los que aún ven el mundo en armoniosa coexistencia sin las palabras que abruman a la “ignorancia”, a “los ignorantes”, debido esto, al inamovible lenguaje técnico que usan los que se creen dueños de la tierra, de los ríos y hasta del sol. El intelectual y el científico trabajan es para eso, para darle nombre a las cosas y de esta manera hacer que el mundo, la vida y las personas se dividan cada vez más.
Dentro de los “modos de vida” urbanos, el vecino “molesto”, “metido” aparece como parte elemental en la vida de los demás, estos personajes cotidianos que le dan cierto sentido a las vidas cotidianas, asumiendo diferentes perspectivas que finalmente terminan siendo necesarias, surgen con interpretaciones muchas veces totalmente opuestas a la hiperdiseñada burbuja en que viven algunos “artistas” de este mundo tan “moderno”.
JaimeRicaurte.
Sociólogo.
U. de A.
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