Akmareul boattda, es el título original de esta sorprendente película de Kim Ji-Woon. Se trata de una cinta donde las sensaciones pueden confundirse entre los moralismos en contra de un verdadero sentimiento de venganza que cobija los más sanos deseos para convertirlos en una “justa” pelea por resarcir los daños causados.
Choi Min-Sik, el mismo actor de Oldboy es quien protagoniza esta cinta, su actuación siempre será para mi una de las mejores, sobretodo si hablamos de películas que tienen que ver con temas como la venganza y los asesinos en serie, pero tampoco puedo subestimar a otros actores del mundo que también han hecho un buen papel a la hora de tomar un arma y empuñarla frente a una “inocente victima”, en una película por supuesto. Lo que en la vida real sucede pero nunca aceptaré.
Este señor, es un padre de familia que por lo visto no lo hace muy bien como tal, se ha convertido por esas cosas de la vida en un asesino en serie capaz de cualquier cosa, asesina a sus victimas de manera brutal y sin escrúpulos, desmembrándolos hasta más no poder para luego digerirlos. Enfermo, no?
La verdad es una película que desde el punto de vista argumentativo, tendría mucho que proponer al debate, ejemplo, el tema de la venganza, hacer justicia por nuestras propias manos es un asunto que es bastante común verlo en cada una de nuestras ciudades, barrios y hogares, al igual que aquellas personas a quienes les gusta ver correr la sangre por doquier, y podríamos muy bien hacer un análisis tanto psicológico como antropológico y sociológico para poder esclarecer un poco, el porqué de comportamientos como estos en la sociedad en que vivimos. Pero, sin olvidar y mucho menos obviar este tipo de cosas, pasemos al punto de lo estético dentro de las convenciones cinematográficas para hacer cintas como estas.
Trabajar la imagen para que sea parte del arte, es un asunto que requiere de mucha imaginación, construcción, paciencia y un poco de dinero. En la mayoría de las películas, se requiere una suma bastante alta para poder generar en el producto final, una sensación; sensación que puede ir desde los más crudos sentimientos hasta los más dulces y esto es lo que hace a una película.
En “I Saw The Devil” vemos también que se producen cierto tipo de sensaciones alrededor de cada actuación, asunto que hay que resaltar específicamente por la sencillez con la que se le da el trato a una imagen de un asesino empuñando no solamente un arma sino también una guitarra para entonar una dulce melodía, escena bastante tierna, pero que no deja de causar estupor, sabiendo de quien se trata. Cosas como estas, escenas perfectas y escenografías gélidamente violentas, hacen parte del menú que nos presenta este buen director, donde el rojo de la sangre se mezcla sutilmente con el verde de los árboles, con el blanco de la nieve y algunos atuendos que van con cada personalidad, algo bien pensado para causar en el espectador, lo que se merece, independientemente de su forma de ver las cosas.
Esta cinta es una violenta coreografía de imágenes descarnadas, es la violencia hecha arte y el arte hecho violencia, es una película de increíble estilo no apta para todo el mundo, donde la venganza toma forma y así, muchas veces creamos que algunos actos no son hechos a propósito, quedarán inmersos en la duda del por qué lo hacemos, pero que al mismo tiempo generan la subjetiva satisfacción que nos regala el poder de la justicia por cuenta propia sin importar los medios ni el momento que utilicemos para cobrar algunos actos considerados violencia pero que no son depravados.
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