Historias de amor que se entretejen en una sola y nos ponen de cara a ese sentimiento que puede convertir un momento en una eternidad, tal como le sucede a Su Li Zheninterpretada por Maggy Cheung– a quien con sólo un minuto de las 15:00 a las 15:01 del 16 de abril de 1960, Yuddy –Leslie Cheung– le ha hecho sentir que “… un instante puede pasar muy rápido, pero a veces se hace muy largo”
Lo anterior el mismo Yuddy lo ha tenido que vivir en carne propia, puesto que descubre que su madre lo ha entregado a una prostituta y ésta última para retenerlo a su lado le oculta su verdadero origen hasta el final de la película. Este mismo suceso puede ser el que dota a este personaje de tal indiferencia hacia las dos chicas que quieren estar con él y hacen parte de esta historia que se desenvuelve en una atmósfera suave e íntima del lluvioso Hong- Kong de los 60`s.
Calles oscuras, locaciones cerradas y pequeñas, ambientadas con ritmos latinos que imprimen un toque melancólico a esos “Días Salvajes”, en los que transcurre el tiempo en esas ambivalencias que presenta el amor, que parece estar fuera del alcance de los personajes, no es correspondido; y no solo se trata del amor-pasión sino otros como el amor maternal del cual Yuddy ha sido despojado.
Cada cual con su manera de vivir este asunto,
Yuddy, galán, coqueto, siempre bien presentado pero solitario y apático al tema del amor.
Su Li Zhen, relaciona el amor con el matrimonio que no encuentra con Yuddy.
Andy Lau, al no conseguir el amor de Su Li y tras la muerte de su madre, se va a cumplir su sueño de ser marino.
Leung Fung-ying, Mimi/Lulu, –Carina Lau– novia de Yuddy que quiere “adueñarse” de su amor y no lo consigue.
Zeb,–Jacky Cheung– enamorado de “Mimi”, la novia de su gran amigo.
Pero en todos podría aplicarse la leyenda que se presenta en la película.
“Había una vez un pájaro que no tenía patas. Que sólo podía volar y volar… cuando se cansaba, dormía en el viento. Este pájaro solo podía bajar una vez a tierra, Y era cuando moría”
Esta es la segunda película de Wong Kar-wai, quien acompañado siempre de Christopher Doyle, director de fotografía, logra una obra que es considerada la primera de una trilogía que se completa con “Deseando amar” y “2046”.
Isak Borg es un médico de 78 años que está apunto de obtener el título de Doctor Honoris Causa por su trabajo a lo largo de 50 años. Este es un Road Movie de un sólo día donde se despiertan sentimientos escondidos en los insaciables parajes de una vida dedicada a la ciencia, una vida de sentimientos sí, comprometida sí, pero hacia una sociedad, la superación de esta y la de su propio ser.
Para empezar, quiero hacerlo con un breve escrito que me encontré en un libro que hablará por sí solo, del escritor argentino Ernesto Sabato, “Sobre Héroes y Tumbas” (Los rostros invisibles) Capítulo XIV, páginas 215, 216.
"Y ¿cómo no comprender al viejo D’ Arcagelo? Pues a medida que nos acercamos a la muerte también nos acercamos a la tierra, y no a la tierra en general, sino a aquel pedazo, a aquel ínfimo (¡pero tan querido, tan añorado!) pedazo de tierra en que transcurrió nuestra infancia, en que tuvimos nuestros juegos y nuestra magia, la irrecuperable magia de la irrecuperable niñez. Y entonces recordamos un árbol, la cara de algún amigo, un perro, un camino polvoriento en la siesta de verano, con su rumor de cigarras, un arroyito. Cosas así. No grandes cosas sino pequeñas y modestísimas cosas, pero que en ese momento que precede a la muerte adquieren increíble magnitud, sobre todo cuando, en este país de emigrados, el hombre que va a morir sólo puede defenderse con el recuerdo, tan angustiosamente incompleto, tan transparente y poco carnal, de aquel árbol y de aquel arroyito de la infancia; que no sólo están separados por los abismos del tiempo sino por vastos océanos. Y así nos es dado ver a muchos viejos como D’ Arcanuelo, que casi no hablan y todo el tiempo parecen mirar a lo lejos, cuando en realidad miran hacia dentro, hacia lo más profundo de su memoria. Porque la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción, y es algo así como la forma que la eternidad puede asumir en ese incesante tránsito. Y aunque nosotros (nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestra dura experiencia) vamos cambiando con los años, y también nuestra piel y nuestras arrugas van convirtiéndose en prueba y testimonio de ese tránsito, hay algo en nosotros, allá muy dentro, allá en regiones muy oscuras, aferrado con uñas y dientes a la infancia y al pasado, a la raza y a la tierra, a la tradición y a los sueños, que parece resistir a ese trágico proceso: la memoria, la misteriosa memoria de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que fuimos. Sin la cual (¡y qué terrible ha de ser entonces!, se decía Bruno) esos hombres que la han perdido como en una formidable y destructiva explosión de aquellas regiones profundas, son tenues, inciertas y livianísimas hojas arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo."
Acercarse de esta manera a la película de Bergman, es con el propósito de llevarles a ustedes amigos lectores, un poco la visión de cómo el autor y el director, abordan los temas relacionados a la vida y ese corto paso cuando la muerte se hace conciente, con la trascendencia e importancia que amerita este tópico en la obra de personas que quieren decirle al público, cuáles son sus percepciones acerca de lo que tiene que ver con el fin de la vida, no cómo un fin en sí, sino como una totalidad, un momento inevitable en un tiempo inexorable.
Dentro de la filmografía de Ingmar Bergman vemos un hilo conductor que está íntimamente relacionado a su formación desde niño y a la crianza que tuvo en cuanto a la búsqueda de Dios, la soledad, el aislamiento, la vida y la muerte, los asuntos del bien y el mal, muy adecuados a un contexto y a una concepción de las cosas desde un punto de vista bastante religioso.
Esto lo podemos recrear de alguna manera con la escena del juzgado en un fragmento del diálogo mientras Isak Borg está en uno de los sueños que tanto lo atormentan.
Juez: Además, profesor se le acusa de faltas menores pero muy graves: insensibilidad, egoísmo, falta de consideración…
Isak Borg: ¿Y cuál será la pena?
Juez: ¿La pena? No sé. Supongo que la de siempre.
Isak Borg: ¿La de siempre?
Juez: Si, la soledad, naturalmente.
Isak Borg: ¿La soledad?
Juez: La soledad, claro.
Isak Borg: ¿Y no habrá gracia para mí?
Juez: No me pregunte. Yo de eso no sé nada.
Esta película, al igual que “El Séptimo Sello” va por una misma línea que destaca al existencialismo como la fuente de preguntas correspondientes a nuestra procedencia y al único destino seguro, la muerte. Es decir, y de manera más profunda, las preguntas acerca del por qué y el para qué de la vida. Donde se encuentra en la sociedad, no sólo en la familia, el estímulo necesario para darse cuenta que sus problemas parten desde el propio carácter. Sin embargo, ese aislamiento es, a pesar de todo lo admirable y criticable que puede llegar a ser al mismo tiempo, parte de una doble moral en esta sociedad, que teniendo en cuenta todo lo que hay alrededor de ella; la familia, el estado, la escuela, la iglesia, todas las instituciones… presionan al individuo a una supuesta “realización personal” con el pretexto de convertirse en “alguien en la vida”, pero que a la vez reclama una persona distinta a la llamada por la ciencia u otras actividades, como por ejemplo el arte y la inexplicable personalidad del artista y todas esas personas comprometidas e inmersas en un mundo que no es más que un mundo capitalista, y que bajo el modelo de economía neoliberal, es convertido en un mundo de competencias, innecesarias para la formación y el buen desarrollo de una sociedad equitativa, distributiva, equilibrada.
Paradójico y totalmente confuso para una persona que antes de morir busca refugio en los recuerdos de su infancia, porque precisamente eso es lo que le alivia de la pena de no haber compartido el tiempo suficiente con sus seres queridos, es allí en ese lugar que la memoria cobra sentido y se resignifica, en los recuerdos, en la tradición, en la tierra, en los sueños de esas épocas pasadas, aparte de la esquemática idea de “progreso” y que aunque la historia vaya hacia delante, regresa continuamente buscando la satisfacción del aire que se respiraba fuera de una oficina llena de papeles impersonales y fríos espacios entre el decorado.
Victor Sjöström, protagonista de esta película y actor que caracteriza muy bien la vida de un viejo que rodeado de jóvenes busca en un día, su pasado a través de los recuerdos, también es el director de una muy buena cinta, “El Viento”, una obra maestra que estamos obligados a ver para poder darle sentido al contexto en el cual estaban envueltos todos estos admirados personajes. Personajes y aspectos cinematográficos que Woody Allen retoma para trabajar en sus películas, como una forma de admirar la labor del cine clásico y sus directores, especialmente el cine de Ingmar Bergman.
Y no es difícil relacionar el lenguaje utilizado por Bergman con escritores y directores como Kafka, Sartre y Buñuel, para contextualizar su filmografía y sobretodo esta película, “Fresas Salvajes”, que deja con sutileza, conexiones asociadas al expresionismo, al existencialismo, el surrealismo y lo metafísico de las artes como interpretación de momentos y lugares específicos de ese entonces.
Según Bergman, hablando de cine, planteaba lo siguiente: “Este pequeño instrumento fue decisivo para mi carrera. Era algo extraño. Se trataba simplemente de un juguete mecánico que mostraba siempre a los mismos hombres haciendo las mismas cosas. Con frecuencia me he preguntado qué es lo que me fascinaba tanto de él, y por qué el cine sigue fascinándome exactamente de la misma manera”
“El cine es un engaño. Todos nos encontramos tanto delante como detrás de un proyector, todos somos víctimas y verdugos al mismo tiempo. Se utilizan unos aparatos mecánicos construidos para aprovecharse de las debilidades humanas, para suscitar en los espectadores sensaciones y emociones tales como la risa, el miedo, la indignación,…Por tanto, soy o bien un impostor o, en el caso de que el público esté dispuesto a dejarse engañar, una especie de brujo o sumo sacerdote”.
El cine de Bergman es un cine que destaca la narrativa de lo visual, asumiendo libremente el tiempo suficiente para la reflexión en el espectador.
“Fresas salvajes”, es una película que muestra, de acuerdo a su estilo, la perfección a la que el director quiere llegar, no sólo desde el punto de vista técnico, sino también desde el relato como una herramienta de transmisión de sensaciones dentro de una idea convertida en historia, aquella que habla de las relaciones con los demás, el amor durante la vida, la visión frente a la muerte y la memoria.
“Por dolorosa experiencia, hemos aprendido que la razón no basta para resolver los problemas de nuestra vida social. La penetrante investigación y el sutil trabajo científico han aportado a menudo trágicas complicaciones a la humanidad”.
Es el 5 de Abril de 1941, un grupo de personajes viaja hasta Belgrado, la capital de Serbia en medio de una rumorada guerra.
Un nazi, un soldado despistado, un enfermo de tuberculosis, un veterano de guerra, un cantante, un par de novios, un sacerdote, un burgués conservador, unos gitanos, suben al autobús de Krstic´ y su hijo Misko, quien ha conducido con los ojos vendados, en locas hazañas por una apuesta, situaciones que no se comprenden fuera de ésta cinta colmada de un humor tan negro como un cruel chiste del que no paras de reírte.
Quién canta ahí, es una comedia que nos recuerda un poco lo que hemos visto con el cine de Emir Kusturica, aunque el crédito se lo lleve en ésta ocasión un director que la verdad pocos conocemos. Slobodan Sijan, es quien recrea este particular Road Movie con el canto de los gitanos que en sus letras dejan dibujado en el imaginario del espectador, aquel contexto de guerra al cual se enfrentaba el mundo en esos momentos.
La cinta se enmarca básicamente en una especie de alegoría a la segunda guerra mundial y critica de forma directa la ridiculez de la misma como un asunto innecesario en la vida de personas que disfrutan de una parrillada en medio de la nada.
Escrita por Dusan Kovacevic, el mismo que escribió Underground (1995) dirigida por Kusturica, también escribió y dirigió otras muy buenas cintas como “Balkanski Spijun” (El Espía de los Bacanes) 1984 y “Profesionalac” (El Profesional) 2003. Sátiras con contenidos sensibles e históricos, propios de esos lugares tan nombrados pero tan desconocidos, de manera que se puede ver en sus trabajos la forma de obras con el estilo de un gran dramaturgo, guionista y activista político que desde su sofisticada forma de hacer cine y de contar sus historias, maneja inteligentemente cómo llevar el mensaje, de tal modo que, no pese más que otro, ninguno de los elementos que plantea, es decir, lo sociopolítico y la comedia en un mismo nivel como hechos sociales dentro del teatro convertido a la imagen.
::El espía de los Balcanes::
::Dirs:: Bozidar Nikolic::
::Dusan Kovasevic::
::Yugoslavia::
::95min::
::1884::
Vemos entonces cómo la comedia negra gana terrenos sólidos, en la medida que termina siendo la forma más efectiva de trasladar a la gran pantalla, ciertas realidades incomodas para muchos, ridiculizando la guerra y aquellos sistemas que justifican el dolor como un estado de transito a otros estados mejores, posibles de imaginar, imposibles de lograr.
Slobodan Sijan
La verdad, es como reírse de uno mismo, nada mejor que esa terapia para corregir de manera eficaz las estupideces que como seres humanos “racionales” cometemos en los sucesos, instantes cuando deberíamos estar más unidos, para construir en vez de destruir.
Haciendo la película
Así es “Ko to tamo peva”, un film que narra la humilde historia que llevan las personas en los territorios rurales de lo que se llamaba en ese entonces Yugoslavia, esa antigua donde los gitanos se ganaban la vida cantando, canciones con una metáfora de la vida que entendíamos como lamento y alegría, eternamente melancólica, con fatalidad llena de jolgorio, burla y estoicismo. Como una forma premonitoria de una guerra que ya estaba “encima” de ellos.
Una obra de teatro adaptada al cine, un guión impresionante, una historia de amor entre la guerra, dos jóvenes que buscan entre el humo que nace de la hostilidad de los pueblos, las raíces de lo que son ahora; la sangre derramada de inocentes, el odio que hierve en las venas por la injusticia, esa cometida en nombre de las religiones, esas que ortodoxas y no, hieren y matan en nombre de sus dioses.
Pude recordar, viendo esta película, una novela que le regalé a Juliana la madre de mi hijo, hace ya varios años. Aventura distópica que tiene mucho de realidad, escrita por el estadounidense Ray Bradbury y que también fue llevada a la gran pantalla, Fahrenheit 451 (1953), es la temperatura en que los libros inflaman y arden. Adaptada al cine por Françoi Truffaut en el año de 1966 y con el mismo nombre, hecho que molesto a Bradbury. Una historia donde leer es un delito, las bibliotecas son destruidas y las mangueras de los bomberos en vez de agua lanzan petróleo.
El dramaturgo, actor y director Wajdi Mouawad, nace en el Líbano el 16 de octubre de 1968, 5 meses después de lo que para el mundo significó ese mayo francés que tanto dio luces a las nuevas generaciones. En 1977, su familia se desplaza a Francia escapando de la guerra civil y desde allí finalmente viaja a Canadá en 1983. En 1991, se gradúa de la Escuela de Teatro Nacional de Canadá, conoce a Isabel Leblanc y juntos fundan el Teatro Ô Parleur que se inauguro con un “Pie” de producción de Macbeth. En este periodo, escribe nutridas adaptaciones para las tablas: como Don Quijote, entre otras obras originales, como Alphonse, que cuenta la historia de una joven que se desvanece en el país e imagina episodios salvajes para si misma mientras busca a su familia desesperadamente para él. Mouawad antes que ser autor de sus propias obras quiso ser actor, pero las cosas de la vida lo llevaron a ser un reconocido director debido a la forma y profundo contenido de sus guiones. Uno de sus mejores guiones, votado y basado en la producción de Montreal por la asociación de Críticos de Teatro de Québec fue “Willy Protágoras Encerrado en el WC” de 1998. Dos años más tarde gana la Tideline, premio del Gobernador General.
Incendies, la cuarta película de Denis Villeneuve, es una cinta que se abre intensamente a medida que van pasando las escenas. Una de las mejores experiencias al ver esta obra teatral adaptada al cine, es la forma en que el lenguaje cinematográfico “sufre”, en el buen sentido de la palabra, ese cambio prodigioso de las tablas a la imagen. Los primeros movimientos de cámara son la introducción a ese mundo interior que descubriremos a lo largo de la emotividad que aflora de las luchas, de la guerra, del desierto, la soledad, los hijos, la esperanza, del amor y la vida.
La libertad de hacer le da a Villeneuve la posibilidad de apropiarse de la obra de Mouawad como si se tratara de su propia creación, es indudable que sea eso lo que enriquece enormemente su trabajo, abriéndole un abanico de ideas para plasmar en la pantalla gigante esa sutileza, exquisitez y delicias que tiene como atributo la escritura, sobretodo si hablamos de uno de los mejores dramaturgos de nuestros tiempos.
No es un trabajo fácil, en la introducción podemos no solamente observar, sino también sentir el odio que transmiten los ojos de un niño que crece en medio de una guerra que no es suya, una guerra que se justifica en quién cree más en un ”Dios”, que tampoco tiene la culpa de que los pueblos estén divididos y sus seguidores, piadosos o como se les quiera llamar, se maten entre si, en nombre de lo que ellos llaman “libertad divina”, la libertad de los pueblos.
Caratula hecha por el propio Wajdi Mouawad
Desde el punto de vista que la dramaturgia imprime en la cinta, hay muchos elementos destacables relacionados a la tragedia como punto de partida de las buenas historias, de esas historias que son parte de la vida real, historias que cuentan vidas, vidas que relatan sus dolores, sufrimientos, pesares y tristezas, vidas llevadas al extremo sin posibilidades de “trascender” a esa falsa felicidad que constituye la familia desde lo institucional, desde lo supuestamente funcional, desde esa mirada positivista de la sociedad.
Escenas de Incendies (Obra de teatro)
El daño ya está hecho, las oportunidades cada vez son menos, la felicidad está sobrevalorada, día tras día esa felicidad que buscamos es más parte de la imaginación, de los tipos ideales formados a través de los tiempos, sólo son espasmos, convulsionamos exaltados ante lo que creemos que es y no es, vivimos momentos de incontrolables sonrisas pero nuestra realidad es otra.
Nuestro talón de Aquiles, nuestra debilidad, es creer que somos felices cuando de verdad no lo somos. Todo hace parte de lo que el alemán, estudioso de las artes T. Adorno llama, la “abstracción”, una especie de sentimiento fugaz que se desprende de la música. Es la parte de esas otras historias, donde el protagonista victorioso se dirige en cámara lenta al encuentro con su familia. Esa otra parte es, cuando el niño con su juguete recién comprado, duerme con su nuevo artefacto los primeros días hasta olvidarlo por completo. Es la noche de la fiesta y al otro día la resaca.
No lamento escribir de esta manera, lo cierto es que la cinta no da para menos. Uno de los mejores guiones que he visto hasta el momento, ganador del premio al mejor guión Seminci 2010, es una de las mejores adaptaciones teatrales al cine de nuestros tiempos y merece que se le trate como debe ser. Fieles al sentir de los pueblos, a la extraordinaria fuerza de las mujeres que sin querer le regalan sus esposos y sus hijos a la guerra, una guerra que no distingue nada en lo absoluto entre toneladas de acero y plomo, religiones y territorios, santos y no tan santos, victimas y victimarios, muertos y sus verdugos.
No da para menos porque nos mueve las fibras a través de Nawal, una mujer que valiente, atraviesa una turbulenta guerra en busca de su primogénito, una valerosa mujer que lucha por sus ideales, que pelea en nombre de lo que ella piensa es correcto, que sin hablar una sola palabra y después de 15 años encerrada en una celda cantando para evadir el dolor, encamina sus pensamientos en la dirección donde está el bienestar de sus hijos.
Por su historia compleja, debe ser común, y como lo alcanzamos a observar en la presentación de este film en nuestro Cine Club, que nos preguntemos en algún momento de la película, ¿qué es lo que está pasando? Creo que es una pregunta necesaria para poder aclarar durante la cinta, esa “traba” psicológica que puede surgir a raíz de no saber en ningún momento a quién o a quiénes van dirigidas las cartas que la madre de los gemelos, Nawal, a encomendado entregar para poder descansar en paz, además del tratamiento que se le da al hecho de que todo es una sorpresa, tanto para los personajes de esta historia como para los espectadores.
En esta película se resalta el papel del notario como un personaje fundamental a la hora de mediar en los aspectos legales de la vida en sociedad. El asunto es que, el abuelo, el padre y el hermano del director son notarios, por eso les hace una especie de homenaje, no sólo a sus familiares sino también a las personas que se dedican a esta actividad, manifestando la rectitud y la importancia que tiene la palabra cuando se hace una promesa que no se debe romper por nada del mundo. Lo otro ya corre por cuenta de las consideraciones éticas que a cada persona, desde sus responsabilidades, le corresponde asumir.
Montreal, Toronto, París, Bruselas, Siria, Palestina, Iraq, Marruecos, Líbano y Jordania, son parte de la variedad, que combinada con los idiomas y sus distintos acentos, plasman en la cinta esa diversidad con la que está pensada la obra cinematográfica de un director que usó la creatividad para hacer en 40 días y sin la necesidad de flashbacks, una historia con dos presentes al mismo tiempo, que podemos ver en sólo “2” horas.
Denis Villeneuve
Incendies nos ubica en una de la regiones más conflictivas del planeta, nos instala en un contexto dramático de una guerra que parece no tener fin, en un escenario desolado que no cuenta otra historia distinta a la del odio engendrado por la destrucción, la desunión, por esa división que no permite la diferencia, por la intolerancia, el fanatismo, la muerte, las heridas, la venganza, la sangre y en el fondo, un amor manchado que ya no tiene otro remedio.