::Director::
::Gaspar Noé::
::Carne:: Sólo contra todos::e::Irreversible::
::Eva::We fuck alone::Enter the Void::
Lo que hace éste director, es cine inteligente, cine de vanguardia, no sólo por la forma de hacerlo sino también por adentrarse en lo infinito, en el pensamiento sin límites, acompañado de su amiga inseparable, la moral.
Estéticamente, este director latinoamericano criado en Francia lo tiene claro, con un estilo definido y propio. Las ideas lo han llevado a explorar sobre todas las posibilidades existentes de hacer cine; una cámara da vueltas en círculos sin parar, las luces se tornan intermitentes, una escena brutal y la sórdida música resonante, hacen parte del menú que nos ofrece éste coterráneo cineasta argentino. Las películas que vamos a reseñar en ésta ocasión, pertenecen a la opera prima de Noé, especialmente “Carne”, son una serie de varias cintas que cuentan una historia cruda, sobre todo porque es una historia que tiene que ver con nosotros, los seres humanos y cruda porque nunca nos vamos a curar del mal que nos ha hecho la moral, sabiendo que es la forma de control más eficaz, porque puede llegar hasta lo más profundo de toda persona, esculcar en el cerebro y sacar desde los más sanos pensamientos hasta las más sublimes perversiones, pasando por la encrucijada desesperada de cada situación.
“Carne” y “Solo Contra Todos”, son parte de una trilogía bastante contundente, “Irreversible”, siendo una de sus últimas obras, muestra que cada quien vive su propia historia, sea ella buena o mala, fea o bonita, agradable o desagradable, deja ver también la forma, su estilo y mantiene un dialogo constante con el sujeto, quien permanentemente se cuestiona, se radicaliza y muchas veces se casa con ciertas ideas y otras no, pero que siempre está ahí, al borde del abismo.
De puertas para afuera y de puertas para adentro vivimos un mundo de contrastes; mundos que van y que vienen en un vaivén entre lo privado y lo público, lo público y lo privado, lo natural y lo moral-cultural, mundos encontrados y mundos perdidos, mundos, vidas, partículas, células que se encuentran y forman individuos pensantes, “razonantes”, pero nos damos cuenta que no existe tal razón cuando nos detenemos extasiados frente a lo que nos identifica como seres naturales, humanos y, “lo no debido” impuesto por los más poderosos como una manera de tener las manos apretando el lazo del verdugo.
¿Y todavía crees que lo tienes todo controlado?, pues creo que sólo te vasta pensar que te levantaste con el pie izquierdo el día que todo te salió mal, que tuviste una suerte de mierda y si te quejas, no sería fácil salir de esa fea racha. Es tan común pensar todavía, que la vida se trata de la mala y buena suerte, es tan sencillo caer en tales concepciones de la vida, que depositamos la fe entera en los cuatro azarosos números de la lotería o en el tiquete raspe y gane que te dan en el supermercado.
No se trata de creer o no en el destino, se trata del presente, lo que existe, lo que hay, y saber que los hechos son un acto irreversible, sin vuelta atrás, sin esa otra posibilidad que sólo se puede plantear en el cine, ya que las ideas pueden editarse al amaño de quienes quieren mostrar, enseñar que si hay otras posibles salidas a nuestros problemas pero no después de empuñar el cuchillo y abalanzarlo en contra de la integridad del otro.
Así, como un acto que no tiene vuelta atrás, Gaspar Noé plantea una de sus últimas producciones, una obra del cine contemporáneo, un elocuente y profundo encuentro con la mentalidad postmoderna y las formas de pensar del ahora, del presente inexorable en el tiempo, de nuestros tiempos, donde importa el pasado, pero un pasado no de años atrás, sino de los meses, días y horas inmediatamente anteriores a los hechos, teñidos con el rojo de la sangre derramada convertida en violencia. Vidas, situaciones hechas carne de cañón para el oportunista, el facineroso, o tal vez, para aquellas personas también victimas del mercado de la marca, caen en un revoltijo monstruoso de fango sin límites, que no dudan en conseguir lo que quieren sin importar por encima de quien tienen que pasar.
“Irreversible” como lo incurable, es la película de la que hablamos, una cinta al estilo inconfundible de Noé, escenas de larga duración con sonidos estridentes y el brillo de las navajas haciendo juego con lo totalmente opuesto; la paz, la dulzura, lo fraterno, lo tierno, el amor y las nuevas vidas, sin importar que sean al principio o al final. Recuerdo muy bien, que cuando vi por primera vez ésta película y no sé si con intención del director o no, en la primera escena, llena de confusión, lo cual no lograba entender, pero mi curiosidad pudo más que mi retina cansada, la cámara giraba de un lado a otro, entraba y salía de cada plano y con ella salían también pero de la sala las señoras y señores que esperaban pacientemente el inicio de lo que no sabían iban a ver, pues yo tampoco lo sabía y no lo supe después de siete años a que me enfrentaba, si después de todo, por mi óptica pasaron y gracias a mi viejo amigo El Chucho, “Carne” y “Sólo Contra Todos”.
Aprendí entonces, a valorar lo que pocos hoy pueden valorar de éste buen director, y es que para poderlo ver con los ojos que lo veo ahora, se necesitan: un lugar, las ganas de ver cine, curiosidad, investigación y hermenéutica.
Encarnados en cada uno de nosotros, los personajes elaborados por Noé, representan los más íntimos rincones del pensamiento postmoderno, es esa encrucijada que permanece constante en cada una de nuestras actividades cotidianas, en cada uno de nuestros actos, controla el pensamiento del hombre y lo lleva al punto de la desesperación. De puertas para afuera, somos unos y de puertas para adentro, otros, y es ahí, en ese oscuro y lascivo lugar donde se despiertan los dormidos demonios de la perversión humana, pero, ¿es eso perversión? ¿Estar en contravía de los cánones morales impuestos por una sociedad de control, son perversión? O ¿Se trata de un nivel distinto, un plano diferente que poco tiene que ver con un comportamiento guiado por una institución? Sea ésta religiosa o no.
Desde el arte la perversión es vista como parte de la obra misma, la sociedad postmoderna reclama nuevas percepciones, nuevas sensaciones, tal vez, debido esto, a la desazón generada por la muerte del hombre tradicional, de los valores otrora vistos como parte de la formación integral del ser en sociedad, pero nos enfrentamos a un hombre necesitado, un hombre solo, desahuciado, metastásico, defectuoso como el de todos los tiempos, pero que no copia al pie de la letra las leyes fundamentales. Nos enfrentamos a un nuevo ser, un ser bajo-tierra, sumergido en lo global pero desde su ordenador, encerrado, precavido, con miedo hacia el mundo exterior pero con “grandes atributos” individuales, basados en la dicotomía de la enterrada libertad.
Es un poco como esto, desde la mirada de otro argentino, Ernesto Sabato en “Sobre Héroes y Tumbas”, se plantean dos mundos que desde la metáfora enfrentan la ferocidad filosófica de lo postmoderno: “En virtud de ese notable atributo que tiene el universo de independencia y superposición: de modo que mientras un banquero se propone realizar la más formidable operación con divisas fuertes que se haya hecho en el Río de la Plata (hundiendo de paso al Consorcio X o la temible sociedad Anónima Y), un pajarito, a cien pasos de distancia de la Poderosa Oficina, anda a saltitos sobre el césped del Parque Colón, buscando aquí alguna pajita para su nido, algún grano perdido de trigo o de avena, algún gusanito de interés alimenticio para él o para sus pichones; mientras en otro estrato aún más insignificante y en cierto modo más ajeno a todo (no ya al Grandioso Banquero sino al exiguo bastón de jubilado), seres más minúsculos, más anónimos y secretos, viven una existencia independiente y en ocasiones hasta activísima: gusanos, hormigas (no sólo las grandes y negras, sino las rojizas chiquitas aun otras más pequeñas que son casi invisibles) y cantidades de otros bichitos más insignificantes, de colores variados y de costumbres muy diversas. Todos esos seres viven en mundos distintos, ajenos los unos a los otros, excepto cuando se producen las Grandes Catástrofes, cuando los Hombres, armados de Fumigadores y Palas, emprenden la Lucha contra las Hormigas (lucha, dicho sea de paso, absolutamente inútil, ya que siempre termina con el triunfo de las hormigas), o cuando los Banqueros desencadenan sus Guerras por el Petróleo; de modo que los infinitos bichitos que hasta ese momento vivían sobre las vastas praderas verdes o en los apacibles submundos de los parques son aniquilados por bombas y gases; mientras que otros más afortunados, de las razas invariablemente vencedoras de los gusanos, hacen su agosto y prosperan con enorme rapidez, al mismo tiempo que medran, allá arriba, los Proveedores y Fabricantes de Armamentos.
Pero, excepto en esos tiempos de intercambio y de confusión, resulta milagroso que tantas especies de seres puedan nacer, desenvolverse y morir sin conocerse, sin odiarse ni estimarse, en las mismas regiones del universo; como esos múltiples mensajes telefónicos que, según dicen, pueden enviarse por un sólo cable sin mezclarse ni entorpecer, gracias a ingeniosos mecanismos.” (Sabato, Ernesto. Fragmento. “Sobre Héroes y Tumbas. Novela. Biblioteca Ernesto Sabato. Pág. 34).
De todo esto se trata la posible y desmesurada vida que no observamos a simple vista, conservando un orden propio, se trata de los más íntimos escondites del pensamiento, de saber que entre más cercanos estemos de la muerte más nos aferramos a la vida, porque sabemos que muchas veces lo disfrutable está en el fondo de lo inmensamente palpable, en el límite que la moral impone entre el bien y el mal, situación que igual nos atrevemos a vivir, sin miedo y en ocasiones con él, presente, insistente, demente pero de frente, hacia el vacío, hacia lo desconocido y por conocer, hacia la fuga de lo rutinario y las abiertas puertas del armario, rosario, precario, a favor de lo contestatario.
“Esta es mi moral” decía un hombre empuñando un arma de fuego, y esa frase desencadeno la furia insistente del pensamiento, dejo la cuerda más floja aún, hizo más invisible la delgada línea entre las posibilidades, acentuó la latencia de los hechos y despertó los movimientos repetitivos, nerviosos de la desesperación.
Así, como el consumo de la carne equina en el mundo, tabú para muchas personas de distintas religiones y credos instituidos, como la naturalización de ciertas costumbres, las relaciones incestuosas, el sexo, lo supuestamente defectuoso de un nuevo orden social, el terror de lo divino, la espiritualización del fin…así, como lo patológicamente perfecto, la belleza inalcanzable, lo estéticamente minimalista, maximalista, simétrico y desordenado, tipos ideales e ideales perdidos…así, es el territorio global en que vivimos o morimos desde que empezamos a vivir, desde que nacemos, desde esos nueve segundos que se sienten en un orgasmo y terminan en sesenta, setenta, ochenta…años de sufrimiento…así es, La Vida…así es, Gaspar Noé.
JaimeRicaurte.
Sociólogo.
U. de A.